EXPOSICIÓNES ACTUALES

VOLVER AL MAR

Las Venus que custodiaban el laberinto en el COAIB demarcació d'Eivissa i Formentera

vuelven al mar. De la costa asturiana, con escala en Alpedrete y destino final en las playas de Ibiza



FERROGRAFÍAS 7+7

Exposición en MURO 33.75 JMD Zarzaquemada-Leganés

Hasta el 30/6/2019


Marca tras marca se forja el tiempo, el cambio. Desde el canto rodado, recogido en la playa, hasta la piedra en el taller del escultor, ese tiempo se constituye en superficie de ideas. La mano firme que sostiene la radial y, a la vez, temblorosa ante la incertidumbre del resultado.

Sí, hay fuego sobre la piedra y fuego sobre el agua. El fuego, la chispa que cincela la piedra con la aleatoriedad del cosmos. Se intuye una ancestralidad en esas líneas entrecruzadas con lo rocoso y que elevan el símbolo a la categoría de lo sagrado.

Sí, el tiempo podría ser esos círculos que atrapan al silencio o la cara oculta de la sombra. O el tramo psíquico que va desde la idea hasta la mano.  

Hay destellos de fuego, agua en la memoria de la piedra. Y una tibia luz que se abre paso entre las sombras, por una escalera de quebrantos que lleva a ninguna parte. Porque, como escribió Lezama Lima, la luz es el primer animal visible de lo invisible. 

ALBERTO CUBERO




LABERINTOS

CATÁLOGO DE LABERINTOS

Exposición en la librería La Milan de Alpedrete

impresiones digitales sobre papel vegetal, y latón



TEXTO DE ALBERTO CUBERO 


La madeja parece estar al fondo, tras la ola de conexiones que simulan un cierto

orden.


En el fondo y en el frente, la madeja. En el envés y en el revés. La nervadura y quien

la contempla, interpretando lo que no se ve. Alternancia entre planos que se cruzan,

forjando puntiagudas direcciones y ventanas abiertas hacia las sombras.


Dice verdad quien dice sombra, Celan dixit.


Hay laberintos, sí, pero con salida a través de grietas disimuladas entre los nudos, en

el afuera del adentro. Nudos físicos e imaginarios, espacios de deslizamiento en los

que crecen quienes se reinventan. Hay espectros que trepan incansablemente por

las entrañas de la luz, que se constituye, entonces, en espejo donde se proyectan

quienes creemos no ser.


Nada sabemos del mundo, esa veladura que babea destellos. Nada. Eso rumiamos,

sentados sobre el fi lo del que no se regresa o paseando sobre las líneas que imantan

los óxidos. Ahí están, ahí estamos –al fi n y al cabo, somos la misma cuerda tensada-,

esperando la metamorfosis de los vacíos, la inflexión de los puntos incardinados.


Bloques que se mueven, imperceptiblemente, del páramo metálico a las fi guras que

deambulan por la periferia del imaginario, de la bocanada de aire a la contracción

de las superficies. A pesar de todo, queda un leve mar en un horizonte plagado de

oblicuidades.


¿Entonces hay esperanza?


Acaso en las improntas de los ojos sobre los estratos que se superponen, en esa

alegoría que son las manos palpando las oquedades.


En el fondo y en el frente, la palabra hecha materia o la fisicidad proponiendo lo que

no se puede decir: silencio del verbo, apertura hacia lo inhóspito.


Alberto Cubero